Hay un fenómeno que se repite con frecuencia en política y que, paradójicamente, es algo que irrita la percepción ciudadana respecto de los actores políticos.

Y decimos que es paradójico porque a pesar de ser algo mal visto, hombres y mujeres que se desarrollan en ese campo lo ejercen de modo muy repetitivo. Iremos al grano: nos referimos al chapulineo.

Pero hay casos extraños, casos que llaman la atención, casos que parecen muy bien planeados. Pero no hay crimen perfecto.

En la carrera por la presidencia municipal de Corregidora, en Querétaro, hay un caballero que destaca entre los competidores por ser el más joven, de hecho es una de sus cartas de presentación: su corta edad respecto de los demás aspirantes. Se trata de Adabaldo Romero Segura, del partido Redes Sociales Progresistas.

El joven pretendiente del CAM ha iniciado desde hace días una lucha encarnizada en contra de quien encabeza, y por mucho, las preferencias electorales. Al estilo María Alemán en la capital, “Adal” ha resultado ser un kamikaze teledirigido.

Romero Segura tiene, como muchos, un pasado priista del cual no ha podido desprenderse. Los ataques al puntero son por consigna de sus mentores priistas; el joven no actúa motu propio.

¿Sus vínculos más directos? El actual candidato a diputado federal, Hugo Cabrera, y el aspirante al distrito local VII, Jair Miquel, ese al que el payaso Brozo le criticó su jingle de campaña, pero esa es otra historia.

Adabaldo intentó extinguir su pasado de la memoria política colectiva, pero no lo consiguió. Pretendió esconder su historial priista hasta donde pudo. Romero Segura es un tricolor de fondo y de forma, a grado tal que sigue atendiendo indicaciones desde el “partidazo”.

La carta de presentación que intenta vestirlo como un virgen político, difícilmente le servirá con ese antecedente.

Caras vemos, corazones no sabemos.